En marzo de este año nos dieron el primer aviso de Bruno, un joven galgo que vagaba por un pueblo de tradición galguera.
Al poco tiempo dejaba de verse y desaparecía, hasta hace una semana, que volvía a dejarse caer bajo la sombra de una arboleda en un parque a las afueras del pueblo.
Esta vez no podíamos perder más tiempo, ya estábamos preparando su rescate para este fin de semana, pero de repente, vimos su foto en varios grupos de redes sociales, y en alguno de ellos hasta la ubicación exacta de donde estaba.
Tuvimos que cambiar todo lo planeado, Bruno estaba algo más cansado que hacía tres meses y admitía bastante cercanía. No podíamos dormirnos, tanto anuncio en las redes sociales había hecho que despertase interés entre particulares y otros. Pero esto siempre es un arma de doble filo, ya que algunas personas con muy malas artes, algunas con buenas y otras con no tan buenas intenciones , en el peor de los casos podían saber donde estaba y podían hacerse con él. En el mejor de los casos, podían no conseguir cogerlo y asustarlo en el intento volviendo a perderle su pista.
Así que no dejamos pasar ni un minuto más, cuando salimos de nuestros trabajos cargamos la jaulatrampa y nos dirigimos hacia el parque donde solía descansar Bruno.
Lo buscamos pero no estaba, había desaparecido y todas nuestras ilusiones por rescatarlo se nos vinieron abajo. Parte del equipo nos fuimos a las dos horas a comer, y el resto se quedaron allí con la esperanza de que volvería.
Y así fue, justo en el último bocado de la comida sonaba el teléfono. Bruno había vuelto, estaba tumbado como siempre, así que de nuevo cogimos el coche y otra hora de camino, esta vez CON PRISA PERO SIN PAUSA, y nos volvimos a citar todos en el parque.
Inmensa fue la labor de Sara, Jorge, Dory y Pedro, aguantando a Bruno algo más de una hora hasta que llegásemos nosotros. ¡CALLOS A LA MADRILEÑA!!!!! Ese fue el secreto para mantenerlo en el mismo lugar. De vez en cuando se levantaba y hacía la intención de marcharse, pero unos poquitos callos lo volvían a calmar otro rato más.
Ya estaban desesperados, quedaban cinco minutos para que llegásemos y Bruno ya no quería seguir allí, ya eran cinco veces las que le habían reconducido al parque con la comida. Cuando llegamos nosotros Bruno ya se volvía a marchar, además ahora había más gente, más jaleo y estaba más nervioso.
Ya todo dispuesto parecía muy fácil. Directo hacia los callos de la jaula, pero una vez allí, estuvo dando vueltas y más vueltas, nos buscaba porque no se fiaba hasta que hicimos desaparecer los coches y logramos escondernos sin que él pudiera vernos. Era su momento, pensaba que estaba solo y no pudo resistirse más.
Entró y así salvó su vida. De nuevo un galgo precioso, joven, sin chip, sin identidad. Uno más que volverá a tener una oportunidad de ser feliz.
Gracias a Sari, Jorge, Pedro, Dory y su marido, Bruno ya no corre peligro. Esto es lo que hace falta, implicación 100% de las personas. Ha sido un rescate muy laborioso y todo ha sido gracias a ellos, al trabajo en equipo, al no mirar a otro lado.