Tango fue nuestra alegría del pasado miércoles. Fue el primero de los rescates que acudíamos esa tarde.
Apenas sin rutina, se acercaba por los alrededores de una carnicería esperando a que terminase la jornada de trabajo
para mendigar a sus empleados los restos que sobraban y que tiraban a las basuras.
Era un día de mucho aire y frío y no sabíamos que ocurriría, podría asustarse en cualquier momento con la jaula, con los paneles haciendo ruido por el viento, la red moviéndose de arriba a abajo.
Pero hubo mucha suerte, el día anterior a Tango lo siguieron un grupo de personas para intentar cogerlo y con la intranquilidad y el estrés que le ocasionó no pudo comer su ración de casquería, sólo lo que buenamente hubiera podido encontrar por su camino.
Así que en cuanto tuvimos todo montado apareció con un hambre atroz, siguiéndonos por el rastro del olor de las salchichas hasta llegar a la jaula. Una vez allí le dio varias vueltas y se metió rápido.
No hizo lo más mínimo por intentar escapar, estaba tranquilo y bastante calmado, lo aseguramos y nos lo llevamos antes de que pudieran aparecer las personas que el día anterior lo intentaron coger.
Como no, Tango, un galgo adulto, sin chip, como la gran mayoría de nuestros rescatados.
Lo que venía después ya no fue tan alegre, en la misma zona a pocos kilómetros encontrábamos tres galgos muertos, uno era ya un esqueleto debido al tiempo que llevaba allí.
Dos de ellos no tenían chip, pero el tercer cuerpo sí. Y además, una vez comprobado en la base de datos de registros de microchip nos dimos cuenta que su dueño, no había comunicado NI QUE SE LO HABÍAN ROBADO, NI QUE HABÍA DESAPARECIDO. -No lo echaba de menos, más de un mes muerto… y no lo echaba de menos-